Creía que viendo tus lágrimas,
correr como la lluvia,
por tu tez perdida,
iba a calmar mi irá.
Pero descubrí,
que sólo el silencio de palabras,
pueden calmarla.
Creía que si tus manos,
no volvían a acariciar mi piel,
se convertirían en desierto,
de mis recuerdos.
Pero descubrí,
que sólo las hojas inertes,
del otoño desnudo,
la calmarían.
Creía que si tus besos,
no besaban de nuevo mis labios,
se convertirían en piedras,
despojadas de playa donde transitar.
Más he descubierto,
que sin ellos soy una estatua de hielo,
sin aliento.
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