Nobles, emisarios,
controlaban estados,
regidos por ricos faraones,
que hacia un río,
brindaban su poder.
Estatuas, esfinges,
se elevaban hacia el horizonte,
para el hombre,
totalmente incomprendido.
Pirámides colosales,
rozaban los cielos gritando,
los nombres de sus gobernantes,
más austeros.
Pobres incomprendidos,
sometidos a las leyes de una religión,
en la que ellos mismos,
no discernían sobre su razón.
Secretos ocultos,
sobre Dioses ancestrales,
que de su gloria bajaron,
personificándose en un hombre.
Hazañas de un reinado
de siglos que abarcó,
más allá de la muerte
que a ellos momificó.
Cultura innata
que nos ha llegado,
de la mano,
de unos viejos libros.
...Y mi alma vaga,
por las tierras de Egipto.
(Abril 1998)
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