El cielo cubierto por las nubes,
baña los campos dorados de sombras,
Mis pies empapados,
tras las primeras gotas que bañan los campos,
escucho el silencio de la noche,
antes de acercarse la tormenta.
El sendero oscuro se abre ante mi mirada,
invadiendo mi espíritu de miedos,
las salamandras rondan mis pasos,
imponiendo su fuego.
Rayo. Que colmas el cielo,
con tu relámpago estruendoso,
limpia mi alma de su recuerdo.
Adelanto mis pasos,
cual caballo desbocado,
la lluvia baña mi tez,
y mi cuerpo cansado.
A lo lejos, un albergue,
donde mis huesos descansarán,
el camino es eterno,
cuando uno consigo,
sólo va.
Mañana despertaré,
ante mis ojos se postrará,
la catedral de Santiago,
indultando la pena,
que acompaña mi caminar.
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