Tus labios, son miel,
que al deslizarse por los míos,
como la sangre,
llegan a mi corazón.
Tus ojos, son los luceros,
que a los pescadores,
al alba, retornan a puerto.
Tu pelo, entre mis manos,
es un suave campo de brisa,
que acaricia mi piel.
Tu alma, es como esas estrellas,
que todas las noches al mirarlas,
parece que son sólo nuestras.
Tú. Mi eterna luz del día.
Mi eterna noche estrellada.
Si algún día no estuvieras,
me faltaría el aire, la vida,
el campo y las flores.
Tú. Mi noche y mi día.
(Septiembre 1997)
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