martes, 3 de junio de 2014

CASTRO DE BAROÑA


Los árboles despojados,
de sus vestiduras danzan,
por el paseo de aquel camino.

Las piedras recubiertas, 
tras la escarcha invernal,
hacen pequeñas estrellas,
entre la desnudez, de los robles.

La lluvia inunda mis ojos,
haciéndoles pequeños, humanos,
mis lágrimas se entrecruzan,
con las mil y una gotas,
resbalando por mi piel desnuda,
sin tus brazos.

Más nunca he observado,
tanta paz en mi interior,
como el mar, cuando ruge,
entre los acantilados de Baroña,
envenenando las olas de silencio,
hasta la orilla donde descansan,
mis pies descalzos.

(Castro de Baroña. Noviembre 2006)

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